jueves, 9 de julio de 2009

Cristo viene? ¡Miércoles! ¡y no me había dado cuenta!. ¿Qué vamos hacer? 9 PARTE


LA PRUEBA ¿ESTÁ CERCA?


Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo en su libro Ángeles y Demonios el misterio del mal es muy claro, nos cuenta que la principal argucia del maligno es que se piense que no existe, veamos que nos cuenta.- ¨ Dámaso Zahringer escribe en Mysterium Salutis: Más de una vez se ha dicho, y no sin razón, que la primera mayor argucia del diablo consiste en negarse a si mismo; que el mejor presupuesto para que él logre sus objetivos es poner en duda o negar su existencia.¨ esto es muy cierto y hay que reconocer con dolor que el diablo ha contado en esta táctica con muchos <> aun entre teólogos y predicadores. Aquí en Colombia se ha publicado y se ha dicho mucho, aún por televisión, en contra de la existencia del demonio. Por eso no es extraña la actitud de burla con la cual muchos reciben afirmación nítida de la existencia y de la realidad demoníaca.¨


No en vano el Papa Pablo VI decía con preocupación, ¨ El mal no es sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, misteriosa y pavorosa. ¨ Y si esto es así debemos entender que quien rehúsa reconocer su existencia, se retira del marco de la enseñanza Bíblica y eclesiástica; como se sale quien hace de ella un principio autónomo, algo que no tiene su origen, como todo ser en Dios. El no creer en el demonio sería, en el sentido amplio, llamar de manera directa que Jesús en los Evangelios miente pues nos habla de un ser inexistente, solo con el simple objetivo de asustarnos.

Ahora bien, es definitivo, tenemos un enemigo cuyo principal objetivo en nosotros es hacernos caer en la tentación para buscar la condenación de nuestra alma. La naturaleza del diablo es angélica; en efecto, ninguna culpa puede modificar la naturaleza del culpable. Por lo tanto este ser es puro espíritu. Nuestro conocimiento en estas condiciones parte siempre de elementos sensibles y no podemos prescindir de ellos, es decir que no podemos pensar en alguna cosa sin que tengamos una imagen de la misma, o pensar en algo que no conocemos, por eso no podemos darle una imagen porque nunca lo hemos visto, pero hemos creado unas imágenes monstruosas para poder determinarlo.

El diablo no sólo es un espíritu, sino un puro espíritu, es decir, un espíritu completo, que existe como una realidad de ser; se trata, pues, de un espíritu superior al alma, porque el alma es creada para animar al cuerpo; obra, sirviéndose del cuerpo, no es completa sin el cuerpo, aunque puede existir sin el cuerpo, una vez separada espera volverse a unir con su cuerpo, entonces transformado y enriquecido con características tales que hace posible el gozo sin fin que Dios Padre nos ha reservado a nosotros sus hijos. (Esto hace señalamientos a la resurrección de los muertos en el final del tiempo). Nuestra pelea no es con seres corpóreos, sino con seres espirituales, llamados los demonios que son los que pueden hacer perder nuestra alma.


Una tarde mientras esperaba que mí amada esposa se terminara de arreglar, y vaya si esto es demorado, - pero he de aclarar, - para salvar mi vida, - que no necesita arreglarse es una mujer muy hermosa,- me dedique a leer un libro que me llamó la atención, encontrándome, lo siguiente: ¨ El Padre Domenico Pechenino escribe: No recuerdo el año exacto. Una mañana el gran pontífice León XIII había celebrado la Santa Misa y estaba asistiendo a otra, de acción de gracias, como de costumbre.

En determinado momento lo vieron girar enérgicamente la cabeza, y luego fijar la vista intensamente en algo por encima de la cabeza del celebrante. Miraba fijamente sin mover los párpados con una expresión de terror y de admiración, cambiando de color y expresión. Algo extraño, grande, le estaba sucediendo.

Finalmente como volviendo en si, dando un ligero pero enérgico manotazo se levanta de su sillón. Lo vieron dirigirse a su estudio privado. Los familiares lo siguieron con premura y ansiedad. Le dijeron en voz baja: Santo Padre, ¿se siente bien? ¿Necesita algo? Respondió- : Nada, nada, Después de una media hora llamó al secretario de la congregación de ritos, y, le entregó un oficio, le ordenó imprimirlo, y enviarlo a todos los Obispos del mundo. ¿Que contenía? Pues, nada menos que la oración que se recitaba al final de la Eucaristía, con la súplica a María y la invocación al príncipe de las milicias celestiales rogándole que arroje a satanás a los infiernos.


La oración fue repartida a todos los Obispos del mundo en 1886 y es la que anteriormente orábamos después de cada Misa a ¨ San Miguel Arcángel defiéndenos en la pela se nuestro auxilio contra la maldad del demonio !Te suplicamos que el Señor te lo ordene¡ y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder recibido de Dios, arroja en el infierno a satanás y a todos los demás espíritus malignos que andan por el mundo para la perdición de las almas.

En el escrito entregado por León XIII, se ordenaba recitar estas oraciones de rodillas y fue publicado en el diario la Settimana del Clero, el 30 de marzo de 1947. En confirmación de lo escrito por el Padre Pechenino se tiene la autorización del testimonio del Cardenal Nasalli Rocca quien es su carta pastoral para la cuaresma, emanada de Bolonia en 1946, escribe: ¨ El Papa León XIII escribió el mismo aquella oración. La frase <(los demonios) que andan por el mundo para la perdición de las almas, > tiene una explicación histórica que muchas veces nos refirió su secretario particular monseñor Rinaldo Angeli. ¨ El Papa tuvo realmente la visión en la que los demonios se arremolinaban en los cielos del Vaticano y de esto vino la oración a San Miguel Arcángel, pero. ¿Realmente que fue lo que vio el Santo Padre? Para que la Iglesia se manifestara de manera tan enérgica.

Se cuenta que lo que el Santo Padre vio fue que el demonio, en plena Eucaristía se le permitió acercarse a Jesús Sacramentado y le dijo – Yo puedo destruir tu Iglesia- y Jesús le respondió - ¿si? cómo – el como me lo reservo, pero permíteme ponerla en prueba y veras que no es digna de ti – esta bien, ¿cuanto tiempo necesitas?- dame 100 años. – Está bien.- dice el Señor.

Empecemos hacer cuentas. 100 años.

Lo que debemos meditar es porque en la medida en que pasan los años se aumenta la violencia, la pérdida de los valores, ha decaído la fe y las vocaciones sacerdotales, hay un sin números de familias destruidas, en fin, un largo, etc. ¿Será casualidad? Y Ustedes que creen.




Para mis hermanitos y los del ENS en especial el glorioso



C. E. R


Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja.













1 comentario:

Ricardo dijo...

Gracias Carlos E. Espero que estés mejor de salud. No sabía yo de los momentos de tus lecturas en los innecesarios "arreglos" de tu amada AM. Un abrazo,
Ricardo