martes, 15 de diciembre de 2009

Valores, Pero, Qué Clase de Valores



Unos años atrás que recuerde, en una de esas noches que tanto disfruto atendiendo a mis hermanos de los ENS en mi casa, dentro de la dinámica acostumbrada, uno de los presentes soltó una queja porque su hijo tenía problemas con sus compañeros en el colegio.


La queja era porque el trato cruel y burlesco en que los compañeros trataban al muchacho simplemente porque no estaban de acuerdo con las ideas de este; y dice la Madre con cierta tristeza, - ¨ Es que a Santi nos tocara sacarlo del colegió,¨ - (Palabras más o palabras manos) y baja la mirada con resinación; todos lo que estábamos callamos de alguna manera y nos solidarizamos con aquella mujer.

De tal manera que comenté, - ¨ Es que hoy en día pareciere que en los colegios no enseñan valores a los muchachos. Todo está al revés. ¨ -


Dentro de los asistentes había un Sacerdote a quien estimo mucho; pero lo que más estimo de este cura es que, con sus respuestas siempre me obliga a meditar y estudiar sobre diferentes temas. En esta ocasión el sacerdote alzó la mirada y dijo, - ¨ Valores, Pero, ¿Qué son los valores? ¨ miré fijamente al Padre y pensé, - ¨ Pero, que le pasa al Padre, ¿como dice esto? - Y le pregunté, - ¨ ¿Cómo así Padre? Pues, los valores que rigen una sociedad moderna y organizada,- ¨

Hoy en día entiendo lo que el Padre Ricardo quería decir. Ustedes perdonarán pero en ocasiones soy de efecto un poco retardado. La educación en los valores está de moda. La familia y la escuela, los gobiernos y diversos grupos sociales buscan enseñar y promover valores entre la gente, sobre todo entre los niños, adolescentes y jóvenes, aunque también entre los adultos.


La pregunta del Padre ahora se hace necesaria: ¨ Valores, Pero, ¿Qué clase de valores? O mejor ¿cuáles valores? ¨ Ahora me encuentro que la lista de valores es inmensa. Existen, además, valores que son más apreciados por algunos pueblos, sociedades y culturas, mientras que otros valores son menos apreciados. Un ejemplo claro es que los valores enseñados a nosotros y a nuestros padres en el pasado ya no son los mismos que los enseñados en el presente.


¡Vaya!, como siempre el Padre Ricardo me cuestiona sin quererlo, pero ¿saben? Me gusta y lo disfruto como Ustedes no se lo imaginan. Para responder, resulta necesario aclarar qué es ¨valor¨. Podemos decir que se trata de una propiedad o una dimensión que descubrimos en ¨algo¨ y que perfecciona o beneficia a quien escoge ese ¨algo¨. Espero que me haya hecho explicar.

Es claro que la definición es necesariamente abstracta. Pero para entender mejor bajémosla a algunos ejemplos. Alberto y Patricia tienen hambre. En la nevera encuentran quesos y jamones, y en la despensa tomates y frutas. De tal manera que cada uno de esos alimentos puede satisfacer, de modos distintos, el hambre de Alberto y Patricia: es ¨valioso¨ para empezar a comer. Si, además, alguno de esos alimentos es más saludable y permite cumplir con una dieta impuesta por los médicos, su ¨valor¨ lógicamente aumenta, sin que el alimento haya cambiado, porque hace más beneficio a quien lo come desde su situación particular.

Para ser más claro, el valor de algo, sea este, un objeto, una idea, un acto, una persona, consiste en la cantidad de beneficio a alguien, a quien escoge ese algo, y mucho, no todo depende de quién es ese alguien que escoge ese algo. ¡Miércoles! espero que esa claro, sino me escriben.

Y es en este punto cuando me doy cuenta existen un número inmenso de valores. Por ejemplo: El balón de fútbol tiene un valor muy grande para miles de chicos, mientras que interesa muy poco a muchos a señores de 80 años, ¡claro! que en este caso, no es mi caso. El color del apartamento es un valor fundamental para dos recién casados, eso me consta. El trabajo realizado con gusto en una buena tierra es un valor para el campesino, en fin. La participación en la Santa Misa todos los domingos es un valor para nosotros los católicos que quieren vivir en serio su nuestra fe.

Entre la enorme cantidad de valores, descubro que unos son más importantes, más hermosos y más nobles, porque llegan a aspectos centrales del corazón humano. Pero otros valores, en cambio, tienen una importancia menor, porque sin ser menos importantes quedan en un poso aparte, o porque producen un resultado muy pobre, y flaco por ejemplo, el placer o la autocomplacencia son resultados efímeros y vanos de quien escoge valores empobrecedores y superficiales, o porque satisfacen un deseo pero dañan al mismo tiempo dimensiones profundas de las personas y aun así pensamos que son valores o le damos el calificativo erróneo de valores.


Es decir, me refiero a ¿no es un valor conseguir más dinero, pero no es un daño enorme conseguir ese dinero a través de un fraude? Para una persona que ve a un negociante hacer una trampa, puede parecerle un ladrón, pero, para el comerciante solo se trata de una habilidad dentro de la dinámica del negocio.

Las diferencias que existen entre los valores permiten establecer una jerarquía y más cuando hay valores más importantes y otros más accesorios, por no decir menos importantes. Hay valores que llegan al espíritu y otros que miran sobre todo al cuerpo. Hay valores que promueven la unión y la armonía entre los hombres y otros que llevan al egoísmo y a la violencia. Hay valores que sirven sólo para la vida terrena y otros que llegan a la vida que existe más allá de esta vida.

Ahora bien. Cuando entendemos lo que es un valor, descubrimos que casi siempre está acompañado de lo que llamamos un antivalor. El valor de la solidaridad encuentra su antivalor en la insolidaridad. El valor del respeto tiene su correspondiente antivalor en el desprecio, en fin.

A lo largo del tormentoso siglo XX algunos filósofos elaboraron listas de valores y establecieron una escala de los mismos. Un ejemplo, tomado del P. Joseph de Finance (1904-2000), podemos clasificar los valores en los siguientes grupos:

a. Valores infrahumanos: existen realidades que valen para el ser humano en su dimensión más periférica. Por ejemplo, el placer, la fuerza física, la salud. Como dijimos, cada uno de esos valores tiene sus antivalores (el dolor, la debilidad, la enfermedad, etc.).

b. Valores económicos y eudemónicos: realidades con las que el hombre cree alcanzar cierta ganancia o beneficio desde el cual puede luego conquistar otras metas. Por ejemplo, el valor de la prosperidad, del triunfo, del dinero, entre otros.

c. Valores espirituales: realidades que valen porque permiten al hombre satisfacer sus deseos más profundos como persona, el conocer y el amar. Aquí encontramos los siguientes grupos de valores: del conocimiento (la verdad, la perspicacia, la memoria), de la experiencia estética (la belleza), de la vida social (la cohesión, la armonía, la solidaridad). También entran aquí los valores de la voluntad (fuerza de carácter, constancia). Algunos de estos valores se poseen de modo casi espontáneo; otros sólo pueden ser alcanzados después de un largo trabajo de formación y de esfuerzo.

d. Valores morales: son valores que tocan al ser humano en lo más profundo de sí mismo, en el uso de su libertad, en su responsabilidad. La enumeración es muy larga, pero podemos mencionar los siguientes: la bondad de corazón, la rectitud de conciencia, la sinceridad, la autenticidad, la lealtad, la laboriosidad, la fidelidad, la generosidad, la servicialidad, la magnanimidad, la justicia, la honradez, la gratitud, etc.

e. Valores religiosos: son valores que se refieren a nuestras relaciones con Dios. Aquí puedo mencionar, por ejemplo, el valor de la oración, de la piedad, de la veneración, la caridad, en fin.
Si logramos (y permítanme involucrar a Ustedes hermanos lectores) analizar algunos programas para educar en los valores, notamos en seguida la total ausencia de muchos de los valores que acabo de mencionar, y la presencia de otros valores que tienen su importancia, pero que no son esenciales para la vida humana.

Un ejemplo, se que se suele habla mucho de la tolerancia, del respeto, de la apertura, del diálogo. Pero se olvida que cada uno de esos valores a veces suelen ser virtudes, y que están estrechamente relacionados o dependen de otros valores y virtudes sin los cuales no se lograría nada.

En otros programas educativos hay cierta confusión, pues aparecen como superiores valores que son inferiores, si es que no se llega a mezclar valores y antivalores, como por ejemplo los comerciales de educación sexual que vemos patrocinados por la siempre poderosa PROFAMILIA. Hablar, por ejemplo, del valor del sexo como si cualquier acto sexual fuese valioso por el hecho de producir un placer es no sólo contraproducente sino terriblemente dañino, y lleva a consecuencias dramáticas e inimaginables al fomentar el desenfreno y la adicción sin límites que hoy en día vemos en nuestra sociedad. Por desgracia, dos antivalores en no pocos adolescentes.

Una sociedad que haga de la belleza física, la máxima frontera de la vida y que al parecer ante los demás con una figura juvenil, de la fuerza o del dinero los valores más importantes ha perdido la cabeza y la lógica de la verdadera vida avanzando hacia su desintegración profunda, con consecuencias desastrosas en las vidas de miles de personas.

Para evitar esos errores mortales, cualquier auténtica educación en los valores necesita reflexionar seriamente sobre lo que es el hombre y sobre aquellos bienes valiosos que le permiten acometer su existencia humana de modo correcto y bueno. Sólo con una buena antropología y sociología podemos reconocer la jerarquía de valores que pone a cada cosa en su verdadero sitio.

Los valores religiosos y morales son y deben ser los más importantes, porque se refieren a la dimensión decisiva de la existencia humana, en calidad y dignidad: su estrecha y total relación temporal y eterna con Dios y con los otros seres humanos. Luego siguen los valores del espíritu, que incluyen la disciplina mental para acceder a la verdad, para retenerla con una buena memoria y expresarla de modo claro y honesto; la fuerza de voluntad, que permite comprometerse en el trabajo, en el estudio o en las mil actividades de la vida familiar; la solidaridad, que lleva a los hombres a unir sus esfuerzos en la construcción de un mundo más acogedor; la justicia, que permite no sólo respetar los acuerdos o los derechos ajenos, sino promoverlos allí donde todavía son pisoteados... La lista podría ser muy larga, pero da una idea de lo urgente que es elaborar buenos programas de formación en los valores.

Una sociedad que sepa proponer un programa exigente y completo de valores, apoyados y vividos desde una educación para la virtud, permitirá que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos maduren cada día en su humanidad, vivan abiertos a los demás, y se preparen en serio a la meta en la que se decide, para siempre, el bien verdadero de cada uno de nosotros: el encuentro eterno con Dios. ¿No debería ser esa la señal inequívoca de que hemos sabido ofrecer un buen programa de formación en los valores?

El trabajo es mucho, y lo peor no es que faltan obreros en la mies, lo peor es que son pocos los que tienen la voluntad de trabajar y servir en estos proyectos de enseñanzas. Ahora la pregunta es ¿Y Usted hermano lector, le falta la voluntad de hacerlo?

1 comentario:

Vero Cohen dijo...

Hola CER. A mi modo de ver, los valores son aspiraciones que deseamos alcanzar, de manera que gracias a ellas podemos sacar y ofrecer lo mejor como seres humanos; podría decir que es una noble ambición. Sin embargo sabemos que las aspiraciones no sirven de nada sino hacemos algo de nuestra parte para concretarlas, para VIVIRLAS; es decir que una simple intención trasciendan a la realidad.

Por eso los valores son apreciados pero no siempre deseados para vivir porque cuestan, ¿por qué? porque el valor es el ideal y el llevarlo a nuestra vida nos exige hacer de él un hábito, algo cotidiano, de todos los días y eso inevitablemente nos lleva a un desacomodamiento.

Lo bueno cuesta porque exige sacrificios, renuncias, replanteamientos, confrontaciones y no todos estamos dispuestos a asumir ese precio.

Realmente se necesita de valor para vivir los valores. Sólo de esa manera sabremos ser testimonios vivos, y recuerden que no hay mejor propaganda que una vida coherente entre lo que se piensa con lo que vive.

Discrepo en una parte del artículo, los valores son siempre los mismos sin importar el país o la época, la diferencia es que antes se enseñaban y vivían, hoy solo se hace un mero recuerdo de lo que son…
No considero que existan valores accesorios, todos son importantes, todos se complementan. Es como si pretendiéramos alimentarnos con pan por toda la vida, eso no es suficiente y necesitamos nutrirnos con otros alimentos para que crezcamos, nos desarrollemos y hasta podamos pensar adecuadamente. Ahora pasemos este ejemplo al plano del alma humana…


Un Abrazo.