miércoles, 5 de octubre de 2011

¡CON CRISTO SIEMPRE!


Debemos confiar, no tenemos otra opción.

Después de un largo mes de trabajo constante, por fin tengo un tiempito para dedicarle a la lectura y a la escritura.

De tal manera que les escribo un resumen de un simple Católico llamado Tertulian Langa.

Corría el año de 1948, y el régimen comunista ateo rumano prácticamente liquidó la Iglesia Católica, forzándola a unirse con la iglesia ortodoxa. Sin embargo los siete obispos y un sin número de sacerdotes y laicos que no quisieron renunciar a la unidad con Roma fueron arrestados, puesto que en ese momento el ser Católico en la comunista Rumana era un grave delito. Un delito de amar.

Tertulian Langa, de 26 años en ese entonces, abogado y teólogo, fue arrestado y pasó 17 largos años en la prisión. Tenía estrechas relaciones con el Episcopado por lo que mi relación de amistad y cordialidad con los obispos era ampliamente conocida, de tal manera que la Securitate me requirió para obtener información sobre la Iglesia y su actitud hacia el régimen comunista reinante.

Los golpes iniciaron sin que se me preguntaran nada y como no conseguían nada puesto que no sabía de qué se trataba, los enfurecidos solados, cogieron un saco del tamaño de una botella de un litro, lo llenaron de arena y comenzaron de nuevo los golpes en la cabeza, ¡Habla! Gritaban los verdugos 50, o 80 veces me golpearon, y tan solo gritaban ¡habla!

Era la noche de un Jueves Santo y dentro del dolor y mareo que me dejaban los golpes, oí el sonar de las campanas en una iglesia cercana. De laguna manera la reacción de mi atormentado ser fue recordar que a Jesús también le habían golpeado, y empecer a repetir ¡Jesús! Jesús, Jesús, y terminé gritando JESÚS para unir este sufrimiento al de mi Amado Jesús en la Cruz. Me miré las heridas y, casi inconsciente por los golpes, seguía diciéndome: Jesús está conmigo.

Empezaron a amenazarme con hacerle deño a mi esposa. Sabían que solo habíamos estado juntos durante tres meses después de nuestra boda, y que ella se encontraba embarazada. Decían, gritándome en la cara ¨ La traeremos aquí y la golpearemos hasta que dé a luz ante tus ojos ¨ pero Jesús me fortalecía y no me rendía ante sus amenazas, sin embargo que momento tan difícil, convirtiéndose en el minuto más doloroso de mi vida.

Tras dos años de interrogatorios y golpes, me condenaron a 20 años de trabajos forzados por el delito de ser Católico y Cristiano. Me llevaron a una prisión con celdas individuales, dejándome en completo aislamiento. Se trataba de una celda sin nada, no había cama ni mesa y mucho menos una silla para sentarme, solo un frio piso de concreto y barrotes, la luz tenuemente entraba por una alta ventanilla sin vidrio que ostentaba unas rejas.

Acostado en el gélido piso de la celda me encontraba desnudo. Un viento congelante penetraba por la ventanilla dando a entender que los inviernos Rumanos se hacían presentes en mí precaria situación. De repente oí que tocaban en la pared y una voz ronca apenas entendible me decía ¨Nos han traído aquí para morir de frio. Recuerde esto: el que no camina, muere.¨

Seguí el consejo y camina durante 23 horas al día dando vueltas en mi ajustada celda, a las doce en punto cuando el invernal sol entraba por la ventanilla me paraba frente al astro rey y me arrodillaba, para luego a las pocas horas el sol se retiraba para helarme de frio, lo que me obligaba caminar y caminar. Así transcurrieron cuatro meses, Quien paraba simplemente moría.
Yo no era sacerdote cuando me enviaron a prisión. Pero fue allí cuando fui consciente de mi vocación. Todos los días me reunía con un grupo de compañeros para rezar el Santo Rosario y durante todo ese tiempo sin la Eucaristía la oración fue lo único que teníamos para mantenernos en unión con Cristo.

Después de seis años me llevaron a otro sitio de reclusión, y durante todo ese tiempo no sabía nada de mi esposa y mi hija, hasta que un buen día me llamaron; al parecer tenia visita, y mi corazón brincaba de asombro, aun no entendía muy, cuando a través de una gruesa reja que me daba al pecho, pude ver lo ojos de la mujer que aún tenía mi corazón, y su recuerdo me daba calor en aquellas noches de invierno, ¡Dios! exclame- ¨Que hermosa mujer me has dado Señor¨ Las rejas se hicieron invisibles, y me acerque de inmediato sin esperar nada más.

Yo no conocía a mi pequeña, pero ella me reconoció de inmediato y un gripo de ¡Papa! Salto en mi sorprendida mente que me obligó a verla, ¡Dios! volví a exclamar. De mis ojos ya húmedos de alegría, sucumbieron a una avalancha de emociones que rasgaban mi corazón. El oficial testigo de los hechos conmovido la levantó sobre la reja para que pudiera tocarla, mis manos anhelantes se estiraban para fundirse en este pequeñito cuerpo que no soportaba tanta alegría y la bese, dejando en mis labios el aroma y recuerdo que aun mantengo. Nunca olvidare ese momento, un beso cortado por los crueles alambres comunistas.

Después de un tiempo, al grupo donde me encontraba se nos concedió recibir correo, y entre las medicinas que nos enviaban había una botellita. Un oficial la probó y después escupió lo que había bebido a la tierra. Vino dulce y nada amargo pero de alguna manera Dios hizo el milagro de hacerle creer que se trataba de un líquido de mal sabor. Así pudimos celebrar la Eucaristía, con el vino que nos enviaban a escondidas, el pan sin levadura que nos daban, y con algunos sacerdotes que se encontraban en prisión, vertíamos 7 gotitas de ese vino con una gota de agua en una botella de penicilina. Guardábamos la sagrada espacie, sin saber quién lo podría necesitar en los días siguiente, y lo escondíamos en nuestra celda.

Un buen día llegábamos del duro trabajo y uno de los oficiales, más crueles y perversos de la prisión me estaba esperando: ¿Qué es esto? Me pregunto con grito ¿acaso es Pan Consagrado? Seguía gritando, mirándolo fijamente le dije en voz baja ¨ SÍ ¨ lo tiró al suelo y de inmediato me arrodille para devorarlo lo más pronto posible, el frasco de vino corrió la misma suerte y mis labios no se cansaban de chupar todas las partes donde se encontraba le divino líquido, recogí todo lo que se podía y me levante ante las carcajadas burlonas de los guardas. ¿Entonces crees realmente? Me pregunta la bestia, me tape la cara con mis sucias manos y lloré gritando ¨ Sí, Señor Comandante creo, creo,¨ me quité las manos de la cara y la mugre del duro trabajo se corría por la lagrimas que aun se deslizaban por mis mejillas. Él oficial me miraba fijamente, de seguro me entendía, y saliendo de la celda me decía, ¨entonces reza por mi mujer porque tiene cáncer.¨

Cuando estaba al borde de mi resistencia, a fin de tomar fuerzas, me decía: CONTIGO CRISTO. No fue un lugar infernal, fue el lugar de mi consagración, fue el lugar donde muchas personas encontraron la fe, donde expiaron sus culpas y pecados. Por tanto, el diablo si quisiera hacernos sufrir, en realidad sirvió al designio santificante de Dios. De seguro el diablo estaba allí, pero estaba sentado a un lado, mordiéndose los cuernos, viendo cómo había servido para aumentar nuestro amor a Jesucristo y su amada Iglesia Santa Católica y Apostólica.

La pregunta ahora es ¿Será que con estos nuevos gobiernos socialistas ateos que empiezan a hacerse con el poder de los diferentes países, nos espera esta suerte a los Católicos? Yo creo que si, es muy posible, pero debemos estar preparados fortaleciendo nuestra Fe, Jesús y su Santa Madre la Virgen María no nos dejan debemos estar confiados que así será. ¡CON CRISTO SIEMPRE!

Para mis hermanitos los A.E y los del ENS en especial el glorioso y los pequeñitos de los Martes

C. E. R

Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja